LA CRISIS DEL 98
El 98 español se inscribió dentro de una redistribución colonial
a escala internacional, en medio de una gran marea imperialista que se expandía
por el globo. Se trató de una guerra colonial con epicentro en Cuba y una guerra
en los Estados Unidos en la que se inhibieron las potencias europeas. La
pérdida de los restos del viejo imperio de Ultramar (Cuba, Puerto Rico,
Filipinas y las islas Palaos, Marianas y Carolinas) planteada como una solemne
disyuntiva entre la victoria o el deshonor y hundimiento patrio, hizo del 98
español, en palabras de Jesús Pabón, el único no aceptado, cuando consta que se
trataba de una crisis muy parecida a la experimentada por otras potencias
(Portugal, Francia, Japón). Estos hechos removieron en profundidad la vida
pública y la sociedad española, conmocionando a las clases populares, que
corroboraban lo absurdo de una guerra en la que habían tenido especial
implicación por su reclutamiento obligatorio e imposible redención, al igual
que a las clases medias, afectadas por la supresión de mercados y el reajuste
hacendístico, e incluso a minoritarios círculos de la intelectualidad, que
repudiaban la España oficial vigente y apelaban a otra España posible, real y
vital como diría Ortega.
En este contexto turbador cristalizó el regeneracionismo, un
movimiento que se esforzó por adecuar la gobernación a lo gobernado, de
carácter amplio y positivo. Entre Joaquín Costa, figura capital en sus filas y
las recetas regeneracionistas de republicanos, socialistas, nacionalistas
catalanes o tradicionalistas vascos, mediaba la lógica distancia consecuente de
proponer cada uno su fórmula mágica para remediar los males de España.
No obstante, aparte del problema colonial cada vez menos
enfatizado, debemos ver tras el 98 un momento crítico y revulsivo de la
conciencia nacional y el punto de partida de la disolución del sistema político
de la Restauración, tambaleante ya con un partido conservador huérfano y
dividido; y un partido liberal que había agotado su programa y carecía de señas
de identidad propias. La "humillación del 98" fue la última nota
previa al eclipse definitivo de los viejos imperios ultramarinos, pero más aun
la constatación de la potencialidad de los nuevos colosos internacionales al
despuntar el siglo XX, con todo el simbolismo y el atisbo de esperanza que, en
última instancia, escondía el regeneracionismo en el caso español.
VIRGINIA LÓPEZ-REY GARCÍA
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